<<Nosotros tenemos, todos y cada uno, una historia biográfica, una narración interna, cuya continuidad, cuyo sentido, es nuestra vida. Podría decirse que cada uno de nosotros edifica y vive una narración y que esta narración es nosotros (…) Si queremos saber de un hombre, preguntamos: ¿cuál es su historia, su historia real interior?>>
Oliver Sacks, Una cuestión de identidad.
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Me quedé pensando en el problema semiótico. En el animal como un símbolo. En lo que el paisaje —mirar el paisaje como un todo— representa para los animales. Los animales de granja —mal llamados de granja— se han convertido en el paisaje. Es prácticamente imposible mirarlos como individuos si se mantiene la distancia que por lo general se mantiene en la vida de ciudad. Hacen parte de la acuarela: la naturaleza y la industria los han ido absorbiendo. ¿Cómo pensar en un animal de granja como una vida única, valiosa? Al visitar algunos santuarios de rescate y protección animal me percaté de que en esos lugares se esfuerzan no solo por darles un nombre, sino por dotarlos de una historia vital. Entendí que cuando uno habla de sí mismo, no se describe: se narra. Me quedé pensando, antes de tomar estas fotografías, en el animal como una víctima de la mímesis. Para poder hacer un contrapeso a ese efecto, pensé, debo descontextualizarlos del paisaje.
Este es un viaje por Suesca, Chía, Zipaquirá y La Calera (Cundinamarca, Colombia) que nos lleva hasta terrenos en los que, aun rodeados de la industria láctea y los mataderos, rescatan y protegen animales de granja. Un ensayo fotográfico que busca la mirada de esos ojos.
Una versión de este fotoensayo fue publicada en la revista Cartel Urbano.