<<Los tambores en la noche
son como un grito humano>>.
Jorge Artel.
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Se fueron muriendo los que sabían tocar. Nadie dejó un manual. O un rastro técnico claro. El último tamborero original que queda en Libertad, del que habla Ralam, pasó hace rato los ochenta años y asegura haber tocado con Celia Cruz, con Emilsen Pacheco y con Diomedes. “Diomedes no tiene más gracia ni más pecho que yo”, dice el legendario Miguelito, descamisado y encorvado sobre una Rimax, espantando con la mano abierta una pandilla de mosquitos. “Yo canto. Yo sé cantar y tocar. Pero como ya no veo. Cuando veía cantaba. Tengo más de cinco años ciego. Fue picando monte. Estaba cortando una palma y me di en el ojo. Le dije a mi hijo: mierda, José, me puyé el ojo. Y dijo José: siéntate que yo respondo por todo”.
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Una versión de esta serie, acompañada con de reportaje escrito, fue publicada en la revista Cartel Urbano. Puedes leerlo aquí.